Cala Pi – Cap Blanc – Cala Pi Duración 4 h 10,9 km Fácil Otra excelente excursión a pie en la costa de Llucmajor que a su vez nos permite disfrutar de la flora y fauna del lugar. Gaviotas, cormoranes, tordos, lagartijas, quizá garzas y otras aves migratorias, el martín pescador… todos pueden ser avistados en la zona. Así también como muchas variedades de plantas como el romero, tomillo silvestre, acebuches, brezo, globularia, y algún que otro tamarindo. La excursión empieza bajando una larga escalera que conduce hasta la playa de Cala Pi. Debemos cruzar la playa (después de una tormenta puede que tengamos que cruzar sobre maderas, pues esta estrecha cala también es susceptible a perder parte de su playa cuando hay mala mar) y pasaremos por delante de las casas de los pescadores hasta la última casita, donde giraremos a la derecha para subir a su tejado. Aquí encontraremos unos sencillos escalones que ascienden el acantilado. Una vez arriba, conviene dejar marcado el lugar, ya que este punto suele ser difícil de reconocer a la vuelta. Continuaremos ahora a la izquierda para seguir el sendero que bordea el acantilado. Nuestro camino pronto desciende y asciende un pequeño barranco antes de atravesar una vieja pared de piedra. Pasada la pared, es un buen momento para girar y mirar hacia atrás para ver la belleza de Cala Pi, a pesar de que su original encanto haya sido en parte mermado en los últimos años por la construcción. Seguiremos, entre arbustos perfumados, y a medida que vayamos avanzando, se abrirán inmejorables vistas sobre la torre de defensa de Cala Pi, situada cerca del mar al otro lado de la cala. Debido a que Cala Pi es estrecha y situada entre acantilados, lo cual hacia que el desembarco fuera complicado y difícil, ésta fue la última torre en construirse en la costa de Llucmajor. Las obras de edificación de la torre actual concluyeron en el año 1663 y Joan Pons fue el maestro de obras. La torre está situada a 19,5 metros sobre el nivel del mar, y se levanta sobre una base tronco-cónica de 9,95 metros. La parte superior tiene un diámetro de 8 metros en su terraza. La altura es de 10,20 metros. Está construida con piedras ligadas con argamasa y se accedía al portal con una escalera de cuerda. El portal es de medio punto hecho con piedra arenisca, poco frecuente en la construcción de torres de defensa. A día de hoy se encuentra desprovista del matacán del portal y del porche de la terraza. Hacia el año 1970, la torre fue restaurada por sus propietarios en base del proyecto del arquitecto Antoni Alomar. Seguiremos hacia la izquierda y a los 20 min justo antes de un grupo de pinos, para encontrar un ancho camino que bordea Cala Beltran. Varios senderos se entrelazan alrededor de esta hermosa cala, cuyas aguas cristalinas nos invitan a refrescarnos con un baño – no así cuando el mar está agitado, cuando en absoluto es recomendable nadar en esta cala, ya que la fuerza de las olas entre las estrechas paredes rocosas es tremenda. Rodeando la cala por el camino llegaremos al otro lado, a la Punta Capocorp (30 min) con magníficas vistas sobre la costa. Continuaremos ahora por encima de los acantilados, acariciados por la brisa marina, y viendo como los cormoranes zambullen en busca de peces. Mientras tanto, la Isla de Cabrera a nuestra izquierda nos parece un lugar mágico flotando sobre un mar de azul intenso. La ruta, ahora sin camino marcado, sigue entre las rocas y algún que otro charco salado. Se trata de caminar sobre los distintos niveles rocosos, donde veremos unas increíbles formaciones rocosas con diversas tonalidades esculpidas por el mar y el viento. Al llegar al punto donde dos solitarios tamarindos sombrean unos charcos de agua, es hora de subir a otro nivel para poder continuar. Pronto aparecerá el sendero que rodea Cala Carril, y que sigue sobre los altos acantilados. Luego atravesaremos otra pared de piedra. No tardaremos en llegar al cercado que encierra la zona del Cap Blanc, antaño una zona militar, donde veremos un cartel con el siguiente texto “Zona Militar. Stop”. Continuaremos recto hacia la torre a la cual llegaremos en pocos minutos. La Torre de Defensa de Cap Blanc (Cabo Blanco) está en una situación estratégica inmejorable ya que domina toda la costa sur de la isla así como el archipiélago de Cabrera. Fue construida por Antoni Genovard, picapedrero de Sineu, en 1579. Como todas las torres de este tipo, su base se levanta sin cimientos sobre una gruesa y maciza base cónica, a partir de ella hacia arriba tiene forma cilíndrica. Tiene 10 metros de altura y 4,3 metros de anchura en su parte más alta. Al portal se accedía por una escalera de cuerda, ahora de hierro. En el interior había un armario y un hogar. La terraza de la torre era circular, y en tiempos anteriores estaba cubierta por un porche. Fue restaurada hace unos 50 años. Unos metros más adelante veremos el Faro de Cap Blanc (zona restringida) sobre lo alto del acantilado El nombre de faro tiene su origen en la isla egipcia de “Pharos” en el mediterráneo, cerca de Alejandría. Los egipcios construyeron una gran torre con fuego en su parte más alta, la cual guiaba a los barcos para llegar al puerto de Alejandría, ya que era visible desde gran distancia. Hoy en día a estas torres situadas cerca del mar y cuya finalidad es la misma (ayudar y guiar a los navegantes) se les llama faros. Los faros de Mallorca, a excepción del faro de Porto Pi, fueron construidos durante el reinado de Isabel II, es decir durante la segunda mitad del siglo XIX. Esto fue debido al gran interés de su gobierno por la navegación marítima y a la existencia de medios técnicos que propiciaron su eficacia. Los mecanismos del aparato rotatorio ya eran conocidos desde hacía más de un siglo, pero no ocurría lo mismo con el sistema óptico. El combustible era el aceite y se requería que la fuente de luz tuviera bastante intensidad. Fue gracias a Agustin Fresnel (1788-1827), físico francés, quien consiguió un sistema mediante lentes y espejos, que emitía una luz intensa y constante. Las maquinarias de los faros mallorquines fueron encargadas a ópticos franceses. El faro de Cap Blanc fue construido en el año 1863, tiene un alcance de 15 millas náuticas (28 km) y tiene 12 metros de altura. Desde la torre de defensa, regresaremos a Cala Pi por el mismo camino, disfrutando de las diferentes vistas en el retorno, entre las cuales destaca la enorme cueva llamado ‘Cova dels Ossos’ (Cueva de los Huesos), y muchas otras más pequeñas – pero, ¡tengamos cuidado al acercarnos al borde de estos abruptos escarpados! Estaremos de vuelta en Cala Pi después de 4 h de excursión. NOTA: La zona en la que nos encontramos era conocida como una de las más activas de Mallorca en la práctica del contrabando. El origen del material eran los puertos de Marsella, Génova y el litoral del Magreb. El tabaco era el artículo de contrabando por excelencia. El contrabando contaba con una estructura muy sólida desde la nobleza, que lo financiaba, pasando por los patrones que transportaban la mercancía, llegando a los payeses que lo ocultaban en escondrijos y lo distribuían. Los contrabandistas eran encubiertos por la población, y esta práctica les proporcionaba trabajo bien remunerado y productos a buen precio. Hasta 1939 el cuerpo de carabineros era el encargado de perseguir a los contrabandistas, siendo frecuente el soborno para que la mercancía fuera desembarcada y distribuida. En los años posteriores, se incrementó el contrabando de alimentos como el azúcar, harina, café y otros alimentos necesarios para la población de la posguerra.
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